En la época virreinal los conventos fueron parte fundamental del desarrollo social y religioso de la villa y posterior ciudad de San Francisco de Quito. Cenobios que cumplieron su principal tarea de evangelización, pero también motores de la economía en muchos aspectos y desarrolladores de la Escuela Quiteña en todas sus expresiones culturales.
La clave de gran parte del desarrollo socioeconómico quiteño estuvo en la fundación de los MONASTERIOS; estos cenobios, considerados como “plazas fuertes» de la fe diseminadas en el corto entramado de la urbe y dispersas en el dilatado territorio de la Audiencia, no sirvieron exclusivamente como puntos de formación teológica y pastoral, de retiro espiritual o de vida contemplativa; porque fueron también, centros educativos y de enseñanza de bellas artes y de artes aplicadas. Estas actividades místicas, formativas y educativas aglutinaron a su alrededor a la colectividad quiteña, que se alimentó de la sabia artística y de su producción: primores en bordado, macramé, crochet, talqueado, calado y ornamentos para la liturgia.
Adicionalmente tómese en cuenta que la conquista había dejado a muchas mujeres viudas y pocas casadas, también se requería un espacio para sanar esta herida social.
La Catedral y la Basílica no son solo monumentos: son testigos silenciosos de siglos de historia, fe y transformaciones. Desde sus torres, el tiempo parece detenerse y la ciudad se despliega como un tapiz que mezcla lo antiguo y lo moderno.
En el corazón de la ciudad, las iglesias se alzan como guardianas de historias y arte que trascienden siglos. Cada una es distinta: algunas envuelven en silencio y recogimiento, otras deslumbran con detalles que parecen obra de otro mundo.
Como nos ilustra X. Escudero Albornoz; “Siempre, la figura de la santa abulense ha estado presente de una u otra manera en la fundación de los conventos quiteños; pues, los Cepeda y Ahumada afincados en la Audiencia como encomenderos aportaban con su pecunio -nada escaso por cierto- al desarrollo de la meritoria labor de Teresa de Jesús, hermana, tía y tía abuela, quien había establecido su feudo místico en Ávila; al tiempo que donaban o cedían sus predios para que en ellos se edificasen cenobios, iglesias y capillas en esta naciente villa. Fue el monasterio de Santa Catalina de Siena (Sena), fue la recolección de San Diego, y fue la iglesia del convento máximo de Santo Domingo, los beneficiados por el altruista afán de la familia de santa Teresa de Jesús de Ávila.»
Los palacios de Quito son mucho más que arquitectura imponente; son escenarios donde se tejieron decisiones, alianzas y relatos que marcaron el destino de la ciudad.
Las casonas antiguas de la capital ecuatoriana reflejan la influencia colonial en su arquitectura, con balcones de madera tallada y patios interiores adornados con fuentes. Muchas han sido convertidas en espacios culturales, donde se respira el legado histórico y artístico que han atravesado generaciones.
En Quito, varios museos funcionan dentro de edificaciones patrimoniales, conservando tanto el arte religioso como piezas arqueológicas de gran valor. Estas instituciones no solo preservan la memoria histórica, sino que también conectan a los visitantes con la riqueza cultural que define a la ciudad.
Quito se planificó con un diseño en cuadrícula, adaptándose a la topografía del terreno y las colinas circundantes. Las principales plazas y plazoletas de Quito están asociadas en ocasiones a la herencia cercana de monumentos arquitectónicos coloniales y religiosos.
La ESCUELA QUITEÑA fue el conjunto de manifestaciones artísticas y culturales expresadas en el arte arquitectónico, pictórico y escultórico que se desarrolló en La Real Audiencia de Quito, entre los siglos XVI y XVIII y se prolongó con menos incidencia en el primer cuarto del siglo XIX.
Quito se planificó con un diseño en cuadrícula, adaptándose a la topografía del terreno y las colinas circundantes. Las principales plazas y plazoletas de Quito están asociadas en ocasiones a la herencia cercana de monumentos arquitectónicos coloniales y religiosos.
La ESCUELA QUITEÑA fue el conjunto de manifestaciones artísticas y culturales expresadas en el arte arquitectónico, pictórico y escultórico que se desarrolló en La Real Audiencia de Quito, entre los siglos XVI y XVIII y se prolongó con menos incidencia en el primer cuarto del siglo XIX
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