La calle de las Siete Cruces en Quito se destacó durante la colonia por su carácter residencial y su cercanía a importantes instituciones religiosas. Sus casas con balcones de madera y patios internos albergaban familias acomodadas, mientras que la calle servía como vía de tránsito y encuentro para los vecinos. La presencia de pequeñas capillas y cruces señalaba la fuerte influencia de la fe en la vida cotidiana.
Asimismo, la calle funcionaba como un espacio de interacción social y cultural, donde se mezclaban tradiciones religiosas y actividades vecinales. Su trazado estrecho y su arquitectura reflejan el urbanismo colonial español, conservando hoy un valor histórico que permite imaginar la vida de la Quito virreinal.