Durante la era virreinal, la Plaza de Santo Domingo en Quito fue uno de los espacios más importantes de la vida social, política y religiosa. Situada frente al convento de los dominicos, funcionaba como un punto de encuentro donde se realizaban ferias, actos cívicos y celebraciones religiosas que unían a la población local con las autoridades coloniales.
Además de su carácter comercial y festivo, la plaza también reflejaba el poder e influencia de la orden dominica en la ciudad. El convento y la iglesia que dominaban el lugar imponían un fuerte carácter espiritual, mientras que la plaza misma servía como escenario para proclamaciones oficiales y actividades cotidianas que definieron la vida urbana del Quito virreinal.