Bernardo de Legarda, uno de los más grandes maestros de la Escuela Quiteña del siglo XVIII, fue escultor, tallador, pintor, platero y restaurador. A pesar de provenir de una familia mestiza de pocos recursos, logró formarse en las mejores escuelas gracias al esfuerzo de su padre, dedicando luego toda su vida al arte. Su obra cumbre es la Virgen de Quito (1734), encargada por los franciscanos, una representación innovadora de la Inmaculada que destacó por su dinamismo y expresividad, convirtiéndose en un modelo repetido en varios países de América y Europa.
Entre sus creaciones más notables se encuentran los retablos barrocos de la Iglesia de La Merced y del Carmen Bajo, además de su trabajo en la Iglesia de la Compañía como dorador del tabernáculo. También realizó esculturas y decoraciones para templos como El Sagrario, Santo Domingo, San Francisco, Guápulo y Santa Clara. Su habilidad como platero lo llevó a elaborar numerosas piezas litúrgicas y figuras para pesebres navideños, además de múltiples reproducciones de la Virgen de Quito y de escenas de la Asunción.
Legarda se convirtió en el máximo representante de la escultura barroca quiteña, elevando esta tradición en una época marcada por la ilustración y las expediciones científicas. Fue uno de los pocos artistas cuyo nombre trascendió frente al anonimato de la mayoría de creadores de la Escuela Quiteña, junto a figuras como Miguel de Santiago, Manuel de Samaniego o Caspicara. Su legado lo consagró como símbolo de la identidad artística de Quito en el siglo XVIII, donde fusionó devoción, virtuosismo técnico y una profunda capacidad de innovación.
Bernardo de Legarda, one of the greatest masters of the 18th-century Quito School, was a sculptor, carver, painter, silversmith, and restorer. Despite coming from a mestizo family of limited means, he managed to train at the best schools thanks to his father’s efforts, later dedicating his entire life to art. His masterpiece is the Virgin of Quito (1734), commissioned by the Franciscans. This innovative representation of the Immaculate Conception stood out for its dynamism and expressiveness, becoming a model replicated in several countries in the Americas and Europe.
Among his most notable creations are the Baroque altarpieces for the Church of La Merced and Carmen Bajo, as well as his work at the Church of La Compañía as a gilder of the tabernacle. He also created sculptures and decorations for churches such as El Sagrario, Santo Domingo, San Francisco, Guápulo, and Santa Clara. His skill as a silversmith led him to create numerous liturgical pieces and figures for Christmas nativity scenes, as well as numerous reproductions of the Virgin of Quito and scenes from the Assumption.
Legarda became the foremost exponent of Quito Baroque sculpture, elevating this tradition in an era marked by the Enlightenment and scientific expeditions. He was one of the few artists whose name transcended the anonymity of most creators of the Quito School, along with figures such as Miguel de Santiago, Manuel de Samaniego, and Caspicara. His legacy established him as a symbol of the artistic identity of Quito in the 18th century, where he fused devotion, technical virtuosity, and a profound capacity for innovation.